Viaje sobre el Pacífico
Mientras miraba el mapa de Asia, desplegado un portal de internet apenas imaginaba Japón como en los libros de
Kenzaburo Oe, imaginaba las carreteras como en esos viejos animes, el Viaje de
Chihiro; la lluvia del bosque como en
Totoro. Imaginaba las estaciones y al señor tren Shinkansen como en el libro el
Pájaro que da cuerda al mundo de Murakami.
Conseguía reprimir un suspiro. Sería tan largo el viaje,
largas las millas por recorrer. Largas meditaciones en un avión.
Y ahí estaba, en el aeropuerto de la Ciudad de México
aguardando la lluvia de imágenes en mi mente.
Una maleta de mano, una mochila
con documentos. Un compañero de viaje extraviado en la burocracia de trámites
aduaneros de último minuto. Un asiento vacío a mi derecha. Una misión de
trabajo. Llamadas urgentes para resolver
el caso del compañero extraviado.
Marzo, ocho y media; ya nadie había en la sala de espera de
equipaje. Caminé hacia el transporte que me llevaría a Tokio. Un señor muy mayor de uniforme, boina y guantes blancos de tela abrió las puertas
del automóvil, cargó mis maletas, ingresé, esas puertas se cerraron solas.
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