Los Miserables , algún parecido con la realidad es pura coincidencia.

Hace poco más de un año, participé de un voluntariado con Aldea Yanapay en la Comisaría de la Familia del distrito de Santiago. No había estado allí antes, por lo que he observado con gran atención cada detalle, tanto en las cosas como en las personas. Al observar y conversar con los jóvenes y niños que por diferentes motivos llegaban a ese lugar, resulta imposible no percibir que buena parte-o el denominador común- y causa de sus detenciones es la pobreza la cual ha sido arraigada en sus jóvenes vidas. Esto lo manifiestan de diversas formas, siendo probablemente las más notorias el robo, pandillaje, abandono por parte de sus progenitores, niños forzados a trabajar en la calle por sus propios padres y privados de su derecho a educarse. Cuestión que les acarrea una profunda desesperanza. Y en el futuro quizás a hacer caso omiso de casi toda regla de conducta.


Creo que la principal causa de todo esto es bastante simple y compleja: la pobreza (y la indiferencia). Y viene a mi mente una escena de Los Miserables(1862) del maestro francés Victor Hugo. Jean Valjean, protagonista, al verse torturado por el hambre y la desesperación de no llevar algo que pudieran comer sus siete sobrinos, con el brazo desnudo rompió el cristal de una panadería para llevarse una pieza de pan; por este acto fue encarcelado gran parte de su vida, cuestión que me dejó sumamente atónita, ya que a mi corta experiencia ingenuamente creía que no puede haber tanta maldad y desigualdad en este mundo, sin embargo me equivoqué, ya que al correr de los años y producto de mi aprendizaje. Me di cuenta que las palabras del maestro francés estaban repletas de verdad e incluso su obra a pesar de ser tan universal no alcanza a englobar la pobreza y desigualdad en la que- aun en este siglo- América Latina y muchos otros lugares del mundo estamos sumidos.

Dejo un extracto de la introducción al libro los Miserables:
 “Mientras a consecuencia de las leyes y de las costumbres exista una condenación social, creando artificialmente, en plena civilización, infiernos, y complicando con una humana fatalidad el destino, que es divino; mientras no se resuelvan los tres problemas del siglo: la degradación del hombre, la decadencia de la mujer, la atrofia del niño por las tinieblas; en tanto que en ciertas regiones sea posible la asfixia social, mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los libros de la naturaleza del presente podrán no ser inútiles”.

En todo, no se puede justificar la delincuencia por la pobreza, tenemos casos innumerables de personas que lograron salir adelante a pesar de sus carencia de niñez.  La degradación de una persona es un proceso complejo, y el hecho de presenciar ese proceso inicial en un niño(a) es fatal, es realmente triste.  Sin embargo aun hay una luz de esperanza en el alma de un niño, pues su proceso de formación puede ser corregido, puede ser redimido mas fácilmente que la de un adulto. Mi experiencia en la comisaría de la familia de Santiago, muchas veces me hizo sentir impotente de lo que pudiera hacer, como voluntaria, lo menos que pude hacer fue escuchar sus historias, ayudarles con su aseo y alimentación,  jugar y leer  con ellos, tratar de hacer su estadía menos traumática y más reconfortante en ese lugar de paso, sólo Dios sabe el destino de esos niños, algunos fueron derivados a hogares o albergues, otros fueron devueltos a sus padres, otros a sus familiares. No olvidaré los casos de bebés recién nacidos abandonados, y a las mujeres policías de la comisaría dándoles de amamantar, no olvidaré a los niños de 7 y 8 años encontrados debajo de los puentes, o aquellos que huían de sus casas escapando de la violencia de sus padres.  Como sociedad a veces somos miserables con nuestros niños. Eso debe cambiar.



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