La pieza de Wheze. Un pequeño cuento

                                                                     


Hacía frío afuera. El teriyaki udon había sido propicio para el  clima, fué una tarde esplendida en el rincón nikei al que  Wheze  gustaba ir. Una combinación agradable de arroz y soju  y   mate de cebada  para el frío. Tomó un libro de su bolso e intentó leer mientras en su cabeza recordaba las palabras del predicador. "Tiene que saber que existes".  Entre pensar y decidir cómo hacer tangible su existencia,  su reloj marcó las seis.  Ya era tarde. Entonces solo escribió una nota por los dos lados. Dejo el soju y se marchó, con la nota en el bolsillo de la mochila, sin atisbar que en el apuro dejaba el  libro en la mesa.   Pagó la cuenta a Sachán - que siempre la atendía amablemente- y salió corriendo.
                                                                             
Tomó  la calle angosta para ir al paradero más cercano. Ella no confiaba en su corazón, pero hoy  latía más rápido de lo habitual. Volvió a leer la nota escrita  y ensayó una pequeña frase. Era incomodo concentrarse en medio de las personas del autobús público. Así que bajo un paradero antes de su destino y se marcho pensando el resto de camino. Al llegar al  salón donde todos los arquitectos se reunía desapareció un poco  entre las sillas para que nadie notara su presencia, desde la esquina izquierda  buscó  a Enoc con la mirada mientras sostenía la nota en la mano derecha. Enoc llegó segundos después y se sentó a tres sillas de distancia de Wheze.  Llovía afuera pero el solar heating  moderaba el frío con un ligero calor.

Enoc acababa de llegar meses antes a la ciudad  a raíz de un proyecto arquitectónico de restauración a viejas casonas coloniales. Llegó al restaurant  siguiendo una guía para viajeros que la aerolínea le había vendido.  Solía  sentarse en el mismo lugar que  Wheze prefería. Solía pedir soba y soju.  Tenía la mirada tranquila y una voz firme y misteriosa- así lo describiría  Sachán un año después.


Y allí estaba Wheze en el salón de los arquitectos, luchando consigo y apretando una moneda en el bolsillo. Justo cuando estaba a punto de entregar la nota escrita a Enoc, repentinamente vio que  su vecina Aria se acercaba a él.  Entonces Whese cruzó frente a sus narices sin que advirtieran su presencia. Siguió de largo con esa cara difícil que ponen las mujeres cuando caminan solas.- !Qué seres tan raros somos las personas!- se decía para sí.  El  llevaba un abrigo de invierno pasado de moda que tenía los hombros caidos. Era de  estatura alta  y visto por detrás se asemejaba a Jackie Chan en la Armadura de Dios.Y Aria cual delicada princesa cuello de cisne se acomodaba  muy bien al costado del individuo.

Wheze  regresó a casa sin entregar la nota escrita, ésta ya se encontraba descolorida. Le dolían los pies de tanto caminar. se sacó los zapatos  y  puso los pies en una palangana de agua tibia, pequeñas gotas caían sobre sus pies; una gotera en el techo de su apartamento empezó a llamar la atención pero a   Wheze  no le importó, llamó a Dumping, su perro y  único compañero , contemplaron solos  esa noche lluviosa desde la ventana. Deseaba estar lejos muy lejos.


Continuará...

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